Semana Mundial de la armonía Interconfesional


Entrega 1/4


[Por Leandro Sequeiros] Del 1 al 7 de febrero de 2021 celebramos la Semana Mundial de Armonía Interconfesional de Religiones, Confesiones y Creencias. En PERSONA Y JUSTICIA se es consciente de que vivimos tiempos de pluralismos. El mundo camina hacia el multiculturalismo no eurocéntrico y multirreligioso. ¿Significa esto que todo vale? Algunos opinan que nos vemos abocados a un mundo de incertidumbres religiosas, de relativismos y de sincretismos. Por otra parte, la reflexión de las tradiciones religiosas mundiales tiende hacia una mejor comprensión del pluralismo que no impide construir juntos una sociedad más humana. En un intento de síntesis, el teólogo Francesc Torradeflot publicó un trabajo que ha merecido nuestra atención. Con el título castellano de “La teología pluralista de las religiones”, el autor sintetiza las tendencias actuales de la llamada Teología del pluralismo religioso. ¿Qué futuro aguarda a esta tarea?

Entre los días 1 y 7 de febrero de 2021 tiene lugar la Semana Mundial de Armonía Interconfesional de Religiones, Confesiones y Creencias. La Asamblea General de la ONU proclamó la «Semana Mundial de la Armonía Interconfesional entre todas las religiones, confesiones y creencias» en su resolución A/RES/65/5, aprobada el 20 de octubre de 2010. En la resolución, se afirma que la comprensión y el diálogo entre religiones constituyen dimensiones importantes de la cultura de paz.

Con la observación de esta semana, se quiere poner de relieve la necesidad imperiosa de que las distintas confesiones y religiones dialoguen para que haya una mayor comprensión mutua, armonía y cooperación entre las personas y que los imperativos morales de todas las religiones, convicciones y creencias incluyan la paz, la tolerancia y la comprensión mutua.

La Semana Mundial de la Armonía Interconfesional, concebida para promover una cultura de paz y no violencia, fue propuesta por primera vez por el Rey Abdullah II de Jordania en las Naciones Unidas en 2010. La Asamblea General de la ONU acogió rápidamente la propuesta y en su resolución A/RES/65/5 declaró la primera semana de febrero de cada año como la Semana Mundial de la Armonía Interconfesional. En dicha resolución pide a los gobiernos, las instituciones y la sociedad civil que la observen con diversos programas e iniciativas que promuevan los objetivos de esta celebración.

Pluralidad y armonía entre las tradiciones religiosas

Uno de los signos de identidad de las culturas del siglo XXI consiste en la aceptación de la pluralidad. La antropología cultural muestra que en un mundo complejo, paradójicamente global y multidiverso, las dinámicas religiosas se manifiestan sorprendentemente ricas a pesar de las culturas seculares. Dentro de esta dinámica las teologías del pluralismo religioso están pasando a primer plano. Tal vez, las tendencias de las religiones caminen en esta dirección. Pero no podemos obviar la existencia de ambigüedades: ¿nos movemos en un mundo de relativismos e pérdida de horizontes de certezas? ¿Pertenece todo esto a la llamada modernidad líquida?

            En todo el mundo y en todas las tradiciones culturales y religiosas crece la necesidad de aceptar el pluralismo para reforzar la identidad propia y afirmar más la presencia religiosa en una sociedad secular.  Síntesis como “Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso” (Sal Terrae, 2000) y “El cristianismo y las religiones. Del desencuentro al diálogo”  (Sal Terrae, 2002) de Jacques Dupuis; o Juan  José Tamayo. Otra teología es posible. Interculturalidad, pluralismo religioso y feminismos, Herder 2011; 2012, 2ª edición; Juan José Tamayo. El diálogo interreligioso ante los desafíos de nuestro tiempo, ADGN, Valencia 2010; y también  “Teología del pluralismo religioso” (Quito, 2004) de José María Vigil, han llegado al público de habla hispana.

Como apunta el jesuita teólogo Jacques Dupuis, cuando hablamos de “teología de las religiones” o del “pluralismo religioso”, no se debe entender el genitivo sólo en sentido objetivo, como si se tratase de un objeto nuevo sobre el que investigar. Más que un nuevo tema para la reflexión teológica, la teología de las religiones (como ha sucedido con la llamada teología de la ciencia) debe ser considerada como un nuevo modo de hacer teología en un contexto interreligioso. Es reflexión teológica sobre el diálogo y en el diálogo. Es teología dialógica interreligiosa.

            Es frecuente establecer una tipología de la teología de las religiones según tres modelos: el exclusivismo más tradicionalista de Barth y del «extra ecclesiamm nulla salus«, el inclusivismo inspirado básicamente en la cristología rahneriana,  y el tercer modelo, el de las teologías del pluralismo religioso en sus diversas formas [Knitter, P. F., One Earth, Many Religions – Multifaith Dialogue & Global Responsability (=On Earth),  p., XV-XVI. Race, A., Christian and Religious Pluralism: Patterns in the Christian Theology of Religions, Orbis Books, New York, 1983]

            Nos encontramos, pues, ante un programa de investigación antropológico y social cuyas consecuencias y conclusiones estamos todavía lejos de evaluar. Convendrá hacer un poco de historia para situar este nuevo fenómeno cultural y religioso.


Entrega 1 de 4, el domingo que viene (03/01/2021) se publicará la 2ª parte del artículo.

Beorlegui, Carlos. Llamados a ser libres, Las dimensiones antropológicas de la libertad. UCA editores, Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (San Salvador), Colección Textos Universitarios, número 57, 2020, 445 páginas. ISBN: 978-99961-1-076-4.

            La Fundación Centro Persona y Justicia se ocupa, entre otros temas, de la reflexión filosófica de todas aquellas dimensiones del ser humano que tienen que ver con el ser humano individual en sus aspectos más profundos en interacción con la realidad social. Este volumen del profesor Carlos Beorlegui[1], profesor emérito de la Universidad de Deusto, mantiene una clara orientación didáctica, ya que son los materiales de reflexión del curso de Doctorado impartido en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) de San Salvador en junio de 2018.

La mente y el corazón del autor no están puestos principalmente en una estéril especulación filosófica, sino sobre todo en la dimensión social del ser humano y sobre todo en la defensa de los derechos más primarios de los excluidos del festín consumista del planeta.

 Tal vez aquí sea oportuno incluir un texto del profesor Carlos Beorlegui [del que soy deudor de muchas ideas en mis tareas como profesor] tomadas de su excelente Antropología filosófica (Universidad de Deusto, 1999):  «me daría por satisfecho si la lectura de estas páginas sirviera para acercarse a descubrir y admirar el misterio sin fondo de la realidad humana, así como para entender que la reflexión antropológica no debiera detenerse en una contemplación narcisista acerca de lo humano, sino en un compromiso incesante por hacer que el mundo en el que vivimos se vaya configurando como un ámbito de humanización, en el que nadie quede excluido, y a nadie le falte lo necesario para construir libremente, en diálogo con sus semejantes, su particular e irrepetible proyecto personal».

Desde esta perspectiva es necesario contemplar su trayectoria. Por ello, el objetivo de su indagación es describir desde puntos de vista muy diversos el fenómeno humano (que diría el sabio jesuita científico y pensador Pierre Teilhard de Chardin) en sus dimensiones sociales y en especial en las amenazas contra la libertad. Por eso escribe: “El objetivo de este libro no quiere focalizarse exclusivamente en el tema de la libertad humana como libre albedrío, sino más bien estudiar la realidad humana en su conjunto desde el punto de vista de la libertad”. (Introducción pág. XVI)

Este texto de Miguel de Cervantes en su novela cumbre El Quijote (parte segunda, capítulo 58) pone un marco al deseo universal de libertad con el que Beorlegui se identifica: —La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. Digo esto, Sancho, porque bien has visto el regalo, la abundancia que en este castillo que dejamos hemos tenido; pues en mitad de aquellos banquetes sazonados y de aquellas bebidas de nieve me parecía a mí que estaba metido entre las estrechezas de la hambre, porque no lo gozaba con la libertad que lo gozara si fueran míos, que las obligaciones de las recompensas de los beneficios y mercedes recibidas son ataduras que no dejan campear al ánimo libre. ¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo!

Por eso tiene mucho sentido la visión de la realidad donde se sitúa el escenario de la indagación de “Llamados a la libertad”: “En la más reciente actualidad, parecería que los ataques a la libertad se están haciendo en parte más radicales y contundentes, sobre todo como consecuencia de los importantes y continuos avances en el campo de las neurociencias, aumentando al mismo tiempo, o en igual medida, en que las ciencias naturales y humanas progresan y nos descubren la radical mundaneidad de los humanos, esto es, nuestra incardinación en el ámbito de la biosfera y en el proceso evolutivo”. (Introducción, página XV). Por eso está convencido de que “sin la libertad no se entiende nada de lo humano” (Introducción, pág. XIII)

El punto de partida filosófico está muy inspirado en la antropología filosófica de Arnold Gehlen y su teoría del ser humano como ser carencial[2]: “El ser humano no está conformado, en su estructura comportamental, con un sistema de actuar cerrado y determinado por su estructura genética, sino abierta y plástica, como consecuencia de ser un animal carencial, deficiente, sin estructuras comportamentales cerradas, sino abiertas y plásticas, por lo que está obligado necesariamente a ser un animal cultural” [en clara alusión a la antropología filosófica de Arnold Gehlen] (Introducción, página XIII).

            Estructurado en nueve extensos capítulos (que incluyen cada uno de ellos una bibliografía selecta al final de cada uno), se inicia con una Introducción muy iluminadora para entender el conjunto. En este extenso capítulo introductorio (“Consistencia y complejidad de la libertad”, paginados con números romanos desde el XIII al XXV) Beorlegui orienta al lector sobre los objetivos y estructura general del volumen.

Los capítulos de la que puede considerarse la primera parte de este estudio (capítulos 1 a 4) tienen una función canalizadora de la atención del lector  hacia los objetivos finales y presentan el escenario actual filosófico y cultural en el que se ha formulado históricamente la aproximación al fenómeno de la libertad de ser en sus múltiples dimensiones. El capítulo primero (“La libertad en la historia. De la libertad de actos a la libertad de ser”, páginas 1-60) se presenta una descripción histórica dirigida a aquellas personas no muy versadas sobre la problemática de la comprensión de la libertad a lo largo de la historia del pensamiento filosófico, científico y teológico. Para el autor, se ha ido dando una evolución en el pensamiento desde una idea de la libertad centrada en los actos (lo que define como libertad de actos), a otra concepción de la libertad basada en una concepción abierta del ser humano, en la que sus diversas decisiones libres van conformando su ser y su personalidad libertad de ser).

Los capítulos 2, 3 y 4 (páginas 61-178) presentan de una manera didáctica las diversas posturas de la libertad que más se han extendido en nuestra cultura científico-técnica: los determinismos atomistas o mecanicistas, los conductistas y los sociobiológicos (capítulo segundo); los determinismos neurobiológicos (capítulo tercero); y otras posturas sobre la libertad: el compatibilismo, la libertad absoluta y la libertad situada (capítulo cuarto)

Para Beorlegui hay hipótesis irreductibles que justifica filosóficamente con suficiencia: “El ser humano no es libre de forma absoluta e irrestricta, sino que su libertad es limitada y encarnada. Por eso tenemos que estudiar, en primer lugar, qué elementos genéticos, epigenéticos y cerebrales (y corpóreos, en general) conforman el fundamento y los factores condicionantes, desde el punto de vista biológico, de nuestro ser libre” (Introducción, pág. XVII)

Por eso, “La tesis que queremos defender es que la libertad humana se construye y hay que entenderla en relación a cuatro dimensiones o aspectos que conforman la estructura esencial de nuestra naturaleza o condición: la dimensión biológica (genético-epigenético-cerebral), la subjetiva o individual, la interpersonal y social, y la trascendente” (Introducción, pág. XVII)

Consecuente con este enfoque estructural de cuatro dimensiones, se han ido construyendo los capítulos de la que se considera segunda parte del libro [los capítulos 5 a 9], “en la tarea de plantear de modo positivo los argumentos más convincentes a favor de hacer plausible la libertad, situándola y enraizándola en lo que podríamos llamar la estructura antropológica de la libertad (página XIX). Así, en un primer momento (capítulo 5, “La dimensión biológica y evolutiva de la libertad”, páginas 179-244) el autor se detiene en el estudio de las características genéticas y cerebrales de nuestra especie, que constituyen una de las condiciones de posibilidad de nuestra libertad.

Desde su perspectiva, solo un cariotipo y un cerebro como el nuestro es capaz de hacer emerger una mente autoconsciente y libre, del cual se ha producido la emergencia de nuestra peculiar psique o mente, dotada de autoconsciencia y libertad. El autor no elude abordar uno de los problemas más controvertido entre los antropólogos no antropocéntricos: el de la capacidad de algunos animales superiores de inteligencia, autoconciencia y libertad. Desde su punto de vista, “por más que se quiera insistir en la complejidad de la conducta animal (y es cierto que hemos minusvalorado la complejidad de muchas conductas animales), nadie que defienda la mera diferencia cuantitativa entre hombres y animales ha sido capaz de atreverse a atribuir a ninguna especie animal libertad y responsabilidad en sus acciones” (página XX). Posiblemente es este un tema controvertido sobre el que Carlos Beorlegui aporta sus argumentos científicos y filosóficos.

Es el momento ahora de acercarnos a la libertad desde la perspectiva de la propia experiencia de primera persona (capítulo sexto, “La dimensión subjetiva y personal de la libertad”, páginas 245-308). Es desde ahí, desde nuestra propia conciencia humana, desde donde cada ser humano se percibe y experimenta como dueño de su vida y único responsable a la hora de elegir, en momentos clave de su vida, entre diversas posibilidades de acción. Como el mismo autor reconoce, “nos confrontamos con ello al reto de dilucidar lo específico de la mente humana y, por tanto, los criterios para diferenciar nuestra mente de la de los animales, y también de cualquier computadora o inteligencia artificial que la ingeniería informática está construyendo en la actualidad o pueda construir en el futuro” (Introducción, páginas XX-XXI).

La dimensión subjetiva de la libertad no puede entenderse separada de la dimensión comunitaria tal como se discute en el siguiente paso intelectual (capítulo séptimo, “La dimensión social y política de la libertad”, páginas 309-366). La ambivalencia “yo-tú” tiene su síntesis en el “nosotros” y constituye el ámbito interpersonal y social, siendo esta otra de las condiciones de posibilidad de nuestra libertad. Pero la mente humana – escribe Beorlegui – se descubre también capaz de superar la mera inmanencia de lo real para abrirse a otras dimensiones posibles, más allá de las leyes naturales. Es el mundo de la cultura con todas sus facetas, desde la filosofía a la ética y  la religión”. Pero deja bien claro que es una “posibilidad”, no una “necesidad”. De ahí la necesidad de una educación de las dimensiones no cientificistas del ser humano.

Esto es lo que nos permite acercarnos lo que puede llamarse “dimensión trascendente” del ser humano, y yendo más allá, acercarnos a la posibilidad de la dimensión “religiosa”, e incluso teísta y aun cristiana del ser humano (capítulo octavo, “La dimensión trascendente de la libertad”, páginas 367-414). ] Como indica Beorlegui, “El ser humano (…) con su capacidad de pensar, de describir simbólicamente la realidad, y de construir un lenguaje simbólico sobre la realidad como instrumento de comunicación con los otros, es el único animal [y yo añadiría, la única máquina de Inteligencia Artificial] que posee la capacidad de abrirse a la cuestión del ser y del sentido, y, por ello mismo, a la cuestión del fundamente único de la realidad” (Introducción, página XXI). El autor es cuidadoso en el lenguaje y nunca utiliza la palabra “necesidad” sino “posibilidad”. El ser humano está abierto (tiene las competencias y capacidades fruto de la evolución biológica y cultural) pero de ahí no se desprende que “necesariamente” esté abierto a la trascendencia.

Y como tarea y síntesis final (capítulo noveno, “Las diversas facetas y dimensiones de la libertad”, páginas 415-445) el profesor Carlos Beorlegui completa el estudio con la presentación de las diversas facetas que conforman la realidad compleja de la libertad, “presentándola como un poliedro constituido por múltiples caras y perspectivas, no siendo posible entender adecuadamente el fenómeno de la libertad más que a partir, como veremos, de una visión conjunta y completa de la misma” (Introducción, página XXII)

Y concluyo con un texto del mismo Beorlegui: “Somos libres de forma encarnada, limitada y mundanizada. De ahí que hemos de considerar la libertad como una mezcla de libertad en la realidad, libertad de la naturaleza, desde la situación, y para perseguir e intentar conseguir los objetivos y metas que nos permiten llegar a ser lo que tenemos y queremos ser. Solo de esta forma podemos intentar alcanzar nuestra realización y lo que solemos definir de una forma global como la felicidad [o la autorealización del proyecto personal], en diálogo necesario y constructivo con el resto de las libertades humanas” (Introducción, página XXII)

Un brevísimo resumen, se puede encontrar en la contraportada del libro: “En un mundo cada vez más marcado por la injusticia y las desigualdades sociales, la apuesta por la libertad se convierte no únicamente en un problema teórico, sino también en una responsabilidad ética”.

He aquí una propuesta, no solo de investigación libresca sino también de proyecto de presencia social en un mundo en estos momentos atravesado de incertidumbres por la pandemia del COVID-19 y por los brutales desajustes ecológicos generadores de desigualdad y de injusticia. La lectura atenta de estas densas páginas puede colaborar a recuperar la conciencia crítica y social propia de una Institución Universitaria.

LEANDRO SEQUEIROS SJ. Presidente de la Asociación Interdisciplinar José de Acosta (ASINJA) y miembro de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Zaragoza.


[1] Carlos Beorlegui Rodríguez ha centrado su trabajo de muchos años en los campos de la Filosofía, teología, antropología, sociología; la actual deriva del pensamiento filosófico, rompe los marcos clásicos de compartimentación del saber y exige un conocimiento multidisciplinar que cubra el espacio de muchas de las ciencias humanísticas, las cuales en su devenir habían confluido en problemáticas puramente filosóficas. Carlos Beorlegui, natural de Navarra, doctor en filosofía y licenciado en teología, catedrático de la Universidad de Deusto; Director del Departamento de Filosofía de dicha universidad, Profesor invitado de la Universidad Centroamericana (UCA) de San Salvador (El Salvador) y miembro del Consejo de redacción de la revista de filosofía Pensamiento (Madrid), así como miembro de la Asociación de Hispanismo Filosófico, y de la Sociedad Hispánica de Antropología filosófica (SHAF). En su filosofía entreveramos una multitud de fuentes diversas, fruto de sus años de estudio y dedicación y de una formación humanística global que le permite abordar las cuestiones filosóficas desde su conexión con otras ciencias más «empíricas» como la antropología o la sociología; ciencias éstas que conectan directamente con el problema del ser del hombre y con la praxis de los diversos planteamientos socioculturales históricos y contemporáneos. Es así como llegamos a la ética, al cómo actuar, raigambre última de los devaneos filosóficos del profesor Beorlegui. En este campo se ve influenciado por autores como los de la Escuela de Frankfurt, Zubiri, García Bacca o Lévinas y por corrientes filosóficas contemporáneas como la filosofía de la liberación latinoamericana (Ellacuría, Dussel, etc.) que él mismo define como: «un pensar que no se detenía en abstracciones, sino que se orientaba directamente a la acción y la liberación; y poseía suficiente calidad técnica como para situarse a la altura de la filosofía del primer mundo, incluso con pretensiones de situarse por delante, desmontando el carácter opresor y dogmático de su filosofía.». Desde su primera incursión en Latinoamérica no ha dejado de fascinarse por esa región y por la pujanza de sus aportaciones culturales y filosóficas, colaborando con sus escritos a clarificar las líneas principales de desarrollo de su filosofía. Es autor de multitud de libros y escritos, algunos de gran prestigio, entre los que destacamos: García Bacca. La audacia de un pensar, Bilbao, Universidad de Deusto, 1988, Lecturas de Antropología filosófica, Bilbao, Desclée de Brouwer, 1988; Antropología filosófica. Nosotros: urdimbre solidaria y responsable, Bilbao, Universidad de Deusto, 1999; La filosofía de J. D. García Bacca en el contexto del exilio republicano, Bilbao, Universidad de Deusto, 2003; Historia del pensamiento filosófico latinoamericano. Una búsqueda incesante de la identidad.

[2] SEQUEIROS, L. (2004)  Arnold Gehlen (1904-1976): la búsqueda de una fundamentación biológica para la antropología filosófica. En: F. Alarcos, editor. La moral cristiana como propuesta,  Libro homenaje al profesor Eduardo López Azpitarte. Ediciones San Pablo, páginas 683-700.

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